Un paseo por Carnota fue suficiente para verla,
un baño entre mareas para saber
que ninguno era indiferente a las huellas en la arena
que marcan el camino a dos jóvenes destinados al querer.
Miradas furtivas en esos primeros días
antes de buscarla en cada ola
y sus primeras palabras, tan tímidas,
de esa boca que me hipnotizaba.
Sólo fue una semana en Galicia
de estrellas, mar y mil miradas,
de silencios que decían más que cualquier palabra,
más que el roce de sus manos
caminando por mi espalda
y sus labios susurrando "bésame".
Pero se fue con la marea de la mañana
de vuelta a París, dejándome en la playa
sin sus huellas en la arena, si nadie a quien seguir..
No le pedí que me esperara,
mucho menos que me diera los besos
que aún nos faltaban.
Ya sólo es ese sueño de la playa de Carnota
que recuerdo cuando asoma a mi ventana
la ilusión de aquella sombra que una vez vi en la arena
acercándose desde París.
Dafnée
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